lunes, 16 de abril de 2012

Cuando no hay nada que decir...

...es justo cuando va y a uno se le ocurre escribir.

Porque ya está todo tan gastado, manido y aburrido que incluso volver atrás sobre los pasos de las antiguas lecturas, aunque sea una antigüedad pequeña, se hace incluso más viejo, carca y depresivo.

Pasan muchas cosas, eso sí, pero son tan micro eventuales que no da más que para hacer, -si es que se quiere, se puede y se tiene ganas- un escrito muy rápido que será devorado por la opinión publicada, se pasará página incluso sin haberla leído entera y a otra cosa, la que sea, mariposa... o colibrí.

Las cortinas de humo son tantas y tantas que están casi quemadas, y aunque ya no se vean... es la misma realidad la que es una cortina muy pero que muy tupida de un humo de alquitrán, mezcla de asfalto, cemento y cristal que cuando lo quieres atravesar te haces daño y todo.

Total, que uno ya sabe lo que pasa, incluso lo que está por venir, así que estar pendiente de lo que la asquerosa y repugnante humanidad va a hacer, va a decir por lo que ha pasado, va a "pensar" por lo que sucede, sucederá... ¡¡es tan patético!!! que no queda otra que meterse en un mundo real e imaginario a la vez que es el de verdad UNO mismo, y aquellos que cómodamente se mueven en la inconsciencia... son engullidos -menos mal- por la pusilanimidad, eso es lo bueno.


Hasta más ver

                         H.


domingo, 15 de abril de 2012

Imprecisión de los Tiempos

Aunque el título en realidad da igual cuál sea, porque la excusa es escribir algo que no trascienda a mucho pero que los dedos se muevan y los ojos vean más allá.

En un día indeterminado de tedio en viaje diario de tren, con las monsergas de lo cotidiano pero por suerte exento de ese refrito manido, imbuido como siempre por la Música del Alma surgida de la tecnología, fuera, tras el cristal casi de espejo, llegaban imágenes del exterior...


Unas luces curiosas se veían en la parte baja, como si fueran elementos de un sueño que hubiera escapado a la realidad... pero eran simplemente automóviles que circulaban por la carretera y que por el leve movimiento del tren y una simple cámara de móvil, captaban unas nubes mucho más impactantes en el momento de tomarlas, que lo que luego salió una vez descargadas al ordenador.

Pero es casi insolente destripar algo así, mágico, onírico, y al mismo tiempo también da igual no hacerlo; el mundo se debate en la nada obscena mientras los tiempos pasan... sin que nada pase, aunque en el Corazón de los Extraordinarios, hasta de una gota de lluvia crean Universos alucinantes.

Hasta más ver.

H.